Autor: Wálter Zavala Ayllón

En los años que tiene Bolivia y los hechos históricos con que cuenta esta nación desde su nacimiento, ha motivado para que la ciudadanía en su conjunto, reconozca al sacerdote potosino MANUEL MARTÍN CRUZ, como el autor intelectual para que la naciente “República de Bolívar”, cambie su nombre por el de BOLIVIA.

En efecto, es conocido el hecho de que una vez redactado y firmado el Acta de la Independencia de los pueblos charquinos en fecha 6 de Agosto de 1825, este nuevo Estado americano tomó el nombre de “República de Bolívar”, en homenaje y reconocimiento al apóstol de la libertad americana, Simón Bolívar Palacios, mediante disposición aprobada y promulgada por la Asamblea Constituyente de 11 de agosto de 1825.
Sin embargo de ello, nuestra nación con el nombre “República Bolívar”, subsistió únicamente por dos meses, en razón de que en una de las últimas sesiones del Congreso Nacional o antes de que la Asamblea Constituyente clausurara sus deliberaciones, el primigenio nombre de este país, fue cambiado por el de REPÚBLICA DE BOLIVIA, gracias a la iniciativa e inteligente alocución del teólogo sacerdote potosino y diputado por este Departamento, Dr. Manuel Martín Cruz.

Este canónigo y doctor en leyes, al hacer uso de la palabra y destacando el valor espiritual y humano del Libertador Bolívar, pidió a sus colegas diputados, tomar en cuenta la interesante exposición gramatical donde llegábase a una derivación correcta y eufórica, por la cual habría de sustituirse el nombre de “República de Bolívar” por el de BOLIVIA, gracias a los fecundos surcos de su cerebro, de donde brotó este célebre e histórico aforismo: “Si de Rómulo se derivó Roma, de Bolívar debe ser Bolivia..!!”.

Fue entonces cuando todos los señores diputados sin excepción alguna pusiéronse de pie y aplaudieron frenéticamente la disertación erudita y vehemente del teólogo Manuel Martín Cruz, como signo de aprobación unánime por la propuesta formulada por este diputado potosino y, sin tener que ingresar a un análisis sobre las expresiones de este representante, la Asamblea Constituyente, sancionó la Ley de 3 de octubre de 1825, sustituyendo el primitivo nombre del nuevo Estado Suramericano, con el propuesto por el mencionado diputado nacional.

De esta manera, el potosino Manuel Martín Cruz se constituyó en “Padrino de esta nación”, demostrando toda sabiduría, talento, virtudes cristianas y convicciones patrióticas. Personalidad que merece pleitesía y un respetado culto cívico, junto a los libertadores Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Francisco Antonio José de Sucre y Alcalá.

Semblanza del sacerdote Manuel Martín Cruz

El canónigo y doctor en leyes, Manuel Martín Cruz, nació en la ubérrima localidad potosina de “Paco Chico”, lugar paisajista lleno de verdor e historia, perteneciente a la Provincia Frías del Departamento de Potosí y, a sólo 27 kilómetros de distancia de la Villa Imperial de Carlos V, siendo jurisdicción de la Parroquia de Tarapaya.

Manuel Martín Cruz nació en fecha 9 de noviembre de 1788; habiendo sido sus progenitores, los esposos Melchor Cruz y Feliza Cuiza, ambos descendientes de la comunidad campesina de Yocalla, siendo muy respetados por la honradez y rectitud en todos sus actos, con razón conocidos como “Jatun Runas de Paco Chico”.


Cuando la criatura cumplía 3 días de vida, fue llevada a la pila bautismal de la capilla de Tarapaya, allí donde recibió el sacramento del bautismo y nombre cristiano de Manuel, siendo el sacerdote Emilio Dalence el encargado de colocar el crisma, óleo y agua bendita en la frente del recién nacido; sirviendo de padrinos los esposos Francisco Osorio y Catalina Mayorga, ambos andaluces de la lejana España y dueños de la Hacienda de Paco Chico en tierras del Potosí.

Se dice que el pequeño Manuel Martín Cruz, poseía una prodigiosa inteligencia que sorprendía a sus padres y a toda la comunidad de Paco Chico. En vista de esa cualidad precoz, don Fernando Baltasar lo tuvo a su cuidado y protección, obteniendo el consentimiento de sus progenitores a fin de que el niño fuese trasladado a la Villa Imperial de Potosí, ciudad donde recibió una sana y adecuada educación, demostrando ser un muchacho de gran inteligencia y excepcionales condiciones de talento.

Después de haber cursado sus primeros estudios en esta ciudad, el filántropo potosinp don Fernando Baltasar, decidió mandarlo a la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, para que estudiara Teología y Derecho que, en el fondo, no era otra cosa que su innata vocación hacia el sacerdocio y la jurisprudencia, para con abnegación servir a Dios y al prójimo.

Habiendo egresado de aquella pontificia universidad, el año 1813 cuando sólo tenía 25 años de edad y, siendo consagrado como sacerdote, dos años después, en la Catedral de la ciudad de Chuquisaca, para inmediatamente prestar sus servicios de religioso en importantes Parroquias de Chuquisaca y Potosí. Asimismo fue destacado catedrático de Gramática en la Universidad Xaveriana por lapso de cinco años, destacándose como un investigador de la filosofía y la ciencia de las matemáticas; desempeñándose igualmente como Rector del Colegio de San Agustín en Chuquisaca, poniendo a prueba su sabiduría profunda, trato social atractivo y sencillez admirable.

Manuel Martín, siendo descendiente de la raza indígena, enseñaba rasgos físicos característicos de dicha raza; mostraba tez cobriza. En su estatura era más pequeño que alto, de cuerpo bien formado y seco, pómulos algo abultados, ojos negros, pequeños y muy expresivos, nariz prolongada, frente espaciosa, boca pequeña con labios delgados y una dentadura muy bien cuidada.

Al margen de ello era muy desaliñado en su vestir, parecía tener una sola sotana, la cual se veía descolorida y raída al igual que su manteo verdusco. Calzaba medias de lana y toscos zapatos de cordobán. Cubría su cabeza de cabellos rebeldes, uno de esos sombreros que con moderación lo utilizaban otros canónigos; habiendo renunciado alguna vez a la Mitra de Obispo.

Su carácter era adusto y algo gruñón; pese a ello enseñaba mucha austeridad y costumbres intachables con una férrea voluntad de trabajo constante y honradez a carta cabal, por lo que llegó a ser estimado por la sociedad en su conjunto. Rara vez se lo veía pasear por avenidas y calles de la ciudad sucrense y, cuando lo hacía era para acompañar al General Velasco, Presidente de Bolivia.

Los ahorros que tenía, generalmente lo disponía para familias indigentes. Reunía a los pobres que pedían limosna en las calles de Sucre, para llevarles a la Parroquia de San Lázaro y puedan compartir de la “Olla del pobre”.

En cierta ocasión descubrió a una mujer robándole una vasija de plata en su habitación; acción delictiva que si bien le molestó, pero no guardó ningún rencor contra la malhechora; mas al contrario, permitió que la mujer se llevara aquel objeto con la recomendación de que en otra no lo haga delictivamente, sino pidiendo por prestado o como un regalo.
Su participación en La Creación De Bolivia

Al terminar la guerra de los quince años, con las batallas de Junín, Ayacucho y Tumusla, acontecimientos militares que abrieron el camino para llegar a la emancipación de los pueblos charquinos, el ilustre sacerdote Manuel Martín Cruz, por sus relevantes dotes de hombre público, fue nombrado como Diputado para representar a Potosí en la Asamblea Constituyente de 1825 desde su primera convocatoria de 9 de febrero del citado año, donde se decidió el futuro de los pueblos altoperuanos.

Fue entonces cuando el representante potosino, desempeñó su cargo con verdadero conocimiento de los problemas propios de la época, poniendo a su vez toda su sabiduría y experiencia política para que en las sucesivas sesiones del Congreso Nacional, sean aprobadas importantes resoluciones por iniciativa de este diputado por Potosí, a quien igualmente le correspondió el honor de enriquecer el Acta de la Independencia de 1825, con ciertas enmiendas aceptadas por don Mariano Serrano, autor de dicho documento.
Una vez constituida la república y asentadas las bases para su consolidación como tal, el sacerdote Manuel Martín Cruz, siguió ocupando el curul del Poder Legislativo hasta el año de 1851, en cuyo lapso desarrolló una labor por demás plausible a favor de la nación, habiéndose descollado como uno de los oradores más doctos.

Este ilustre hombre público plasmó en realidad la sugerencia suya por dotar a la patria boliviana de un símbolo identificatorio con la creación de la primera Bandera Nacional con los colores verde, punzó y verde. Símbolo patriótico que fue reconocido como tal, mediante Decreto Ley de fecha 17 de agosto de 1825 y cuya aplicación fue de solo un año, para luego realizarse las modificaciones que se conocen.

Es así como nació Bolivia a la vida republicana, para que en días sucesivos, en todos los ámbitos de la tierra indoamericana, flameara su Bandera Nacional y se conociera con este maravilloso nombre de BOLIVIA, bautizado por el canónigo y diputado por Potosí, Dr. Manuel Martín Cruz Cuiza que, entre otra de sus virtudes, era generoso con los indigentes, considerado y dadivoso con los campesinos; así como fue amigo y consejero del entonces Presidente de la República, el Gral. José Miguel de Velasco.

Aquel patricio potosino, también era conocido con el nombre de “Canónigo Santa Cruz” por sus virtudes sacerdotales y de hombre patriota, quien luego de brindar sus valiosos servicios al país, murió en la ciudad de Sucre en 1855 cuando tenía 67 años de edad; siendo posible que la profundidad del camposanto sucrense, siga guardando las sagradas cenizas de este prócer.

Por otra parte, sean los altos Poderes del Estado, así como las autoridades políticas, militares y educativas de la nación, las que otorguen el sitio de honor que corresponde a Manuel Martín Cruz, nombrándolo por siempre, como el “Padre Intelectual de Bolivia”, y su enhiesta figura se perpetúe en el bronce de los siglos.