
(Tarija, 1824 – Sucre, 1906) Fue un destacado político boliviano que ocupó la presidencia de la república entre 1888 y 1892. Nacido como hijo de Diego de Arce y Francisca Ruiz de Mendoza, completó sus estudios primarios en el Colegio Junín de Sucre y luego se adentró en la carrera de derecho en la Universidad de San Francisco Javier de Chuquisaca.
Debido a la persecución del gobierno de Manuel Isidoro Belzú, se vio forzado a exiliarse en Copiapó (Chile), donde descubrió su interés por la minería. Al regresar a su país tras el ascenso de Linares al poder, decidió enfocarse en el campo minero y logró acumular una gran fortuna. Entre sus propiedades más destacadas se encontraba la mina de plata de Huanchaca. Contrajo matrimonio con Amalia Argandoña, quien era heredera de los accionistas de Huanchaca, y esto le permitió consolidar su fortuna personal, convirtiéndose en el principal accionista de dicho centro minero.
Fue elegido vicepresidente de la República en 1880, pero fue destituido de su cargo y obligado a exiliarse por decisión del presidente Narciso Campero. En busca de refugio, se estableció en Francia y posteriormente regresó para participar activamente en la política liderando el partido Conservador, resultado de la fusión de los partidos Constitucional y Democrático. Después de desempeñarse como embajador en Argentina, Paraguay, España y Francia, fue elegido presidente de la república, ocupando el cargo durante el período de 1888 a 1892. Su gobierno se enmarca en el período conservador que abarcó desde la Guerra del Pacífico (1879-1883) hasta la revuelta liberal de 1899. También participó en las elecciones de 1904, en las que resultó derrotado por Ismael Montes.
Durante su gobierno, enfrentó fuertes críticas por parte de los liberales. Apenas un mes después de asumir el cargo, mientras asistía a un acto religioso en la catedral de Sucre, la tropa que lo escoltaba se sublevó, poniendo en peligro su vida. Logró escapar disfrazado de fraile. Tras reorganizar la resistencia en Cochabamba y derrotar a sus enemigos, fue implacable con ellos: muchos fueron desterrados y se clausuraron sus medios de comunicación.
Durante su mandato, se enfocó en la construcción de infraestructuras de transporte, especialmente en la continuación de la línea ferroviaria desde la frontera con Chile hasta Oruro. Esta obra fue objeto de oposición, ya que algunos argumentaban que el ferrocarril podría ser utilizado por los chilenos para invadir Bolivia.
Como resultado de este acontecimiento, de manera sorprendente, se fundó la ciudad de Uyuni en el lugar donde se detuvo la construcción de las líneas ferroviarias. En el corazón de la ciudad, se erige el monumento a Aniceto Arce en su plaza central, y una de las principales avenidas lleva su nombre, la Avenida Arce. La fundación de Uyuni se convirtió en un tributo a la figura de Arce y en un hito significativo en la historia de la región.
El 15 de mayo de 1882, cuando la construcción concluyó, exclamó: «Ahora ya podéis matarme». Hoy en día, la empresa de Ferrocarriles esta privatizada, que sólo lleva transporte de carga.
Además, se dedicó a unir las diversas regiones del país mediante la construcción de importantes carreteras, como las de Sucre-Potosí, Sucre-Cochabamba, Sucre-Oruro y Cochabamba-Beni. En su gestión, implementó la conscripción militar y brindó apoyo a la educación mediante la creación del Colegio Militar, que aún está en funcionamiento. Además, facilitó la llegada de religiosas, maestros e ingenieros extranjeros al país para fortalecer los sectores correspondientes.
Después de su mandato, Aniceto Arce fue sucedido en el poder por Mariano Baptista, un destacado orador y católico. Sin embargo, el traspaso de poder se vio afectado por un golpe de estado prácticamente ejecutado por el propio Arce, a pocos días de finalizar su mandato. El gobierno de Arce ha sido objeto de intensos debates, y aunque su estilo de liderazgo fue considerado despótico, también se reconoce que su gestión fue relativamente honesta y constructiva.