Autor: Página Siete
Fecha: 19 de abril de 2014
Se trazó en 1558, por el alarife Juan Gutiérrez Paniagua, 10 años después de que se fundara La Paz. En la que hoy es la calle Jaén, ubicada entre la Mariscal Antonio José de Sucre e Indaburo (La Paz), era habitual en aquel entonces el intercambio de distintos tipos de auquénidos (llamas, alpacas y vicuñas), traídos de poblados indígenas próximos a la ciudad.
Por este motivo, la calle recibió el primer nombre de Kaura Kancha, que en aymara significa «mercado de llamas”. Después fue denominada calle de los Duendes y posteriormente del Papelista Murillo, hasta que finalmente se optó por el nombre de Apolinar Jaén.
Se trata de uno de los personajes más destacados de la Revolución del 16 de Julio de 1809, que también residió en la calle Jaén. Su casa estaba frente a la del protomártir Pedro Domingo Murillo, convertida hoy en museo.

La costumbrista Elisabeth de Col explica que tras su inicial consideración como calle del mercado de las llamas, pasó a definirse como «la calle de la conspiración, porque los conjurados eligieron este lugar desde 1805 para reunirse y confabular en torno a la revolución que estalló el 16 de Julio de 1809 en La Paz”.

De Col recoge en su último libro publicado el año pasado, Del tintero a la pluma fuente y a la puntabola, algunos relatos y anécdotas sobre la calle Jaén. «No era fácil que la gente caminara de noche, y prácticamente estaba vacía, porque se rumoreaba que algunas personas habían escuchado pasos sin justificación”, comenta la escritora.

Señala que es la calle con más leyendas de La Paz. «Hasta tal punto llegó la trascendencia de las historias que el obispado colocó una cruz verde en la entrada de la calle para espantar los males”, añade De Col.

Sin embargo, según los datos que ha podido recabar la historiadora, estas leyendas y mitos, que se propagaron rápidamente, tienen una explicación sencilla: los conjurados decidieron crearlas y difundirlas al máximo con el fin de llevar a cabo sus reuniones conspirativas sin ningún tipo de inconvenientes.

La costumbrista recuerda que entre los artífices de la revolución de La Paz también había sacerdotes. De ahí que también pudieran contribuir en la propagación de los cuentos instalando la famosa cruz verde.

Gran circuito turístico

Ximena Pacheco, directora de Patrimonio Cultural y Natural de la Oficialía Mayor de Culturas de la Alcaldía de La Paz, resalta la importancia de la Jaén.

«Es un testimonio vivo de la historia de la ciudad, tanto por su construcción arquitectónica, el tipo de casas con un patrón inicial colonial y las estructuras sencillas de balcones”, dice.
Al mismo tiempo se trata de un referente importante en la dinámica turística de la ciudad, por su indudable valor como una de las calles más antiguas de La Paz, resalta Pacheco.
El objetivo de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficialía Mayor de La Paz es «articular la calle con los alrededores hasta llegar a la plaza Murillo y que no sólo se quede en ese pequeño tramo, sino que forme parte de un circuito dentro de la ciudad, desde un punto de vista transversal con la cultura”.

En cuanto a las intervenciones de restauración que se suelen llevar a cabo en la calle, Pacheco aclara que «el objetivo es que las impulsen los propietarios de los inmuebles”.
Algunos inmuebles poseen múltiples propietarios, hasta más de 55 se han registrado. Por esta razón, en ocasiones se complican las gestiones. Pacheco indica que se adoptan medidas para facilitar esta labor y en la actualidad hay una reducción de los impuestos del 65 y 80% para las personas que deciden emprender este tipo de actuaciones en predios patrimoniales. Hace algunos años se llevó a cabo una intervención colectiva para rehabilitar las fachadas de la Jaén.

Una investigación realizada por este organismo municipal detalla las características de las primeras casas que se construyeron en la Jaén. «Fueron levantadas con cimientos de piedra, con altas y gruesas paredes de adobe, anchas ventanas, amplios portones y techos de paja. Las puertas por lo general eran de cuero de llama curtido, fijado a un marco de madera o vanos protegidos con maderos cruzados; muy pocas eran de madera”.

En el siglo XVIII comienzan a construirse las primeras casas de la ciudad de uno y dos pisos, con dos patios, corrales, techos de teja, balcones cerrados, puertas de madera y con la fachada de cuatro a seis ventanas. Las elevaciones de las viviendas de esta calle fueron influidas por las nuevas construcciones, recoge la investigación.