Extracto del libro: Leyendas y misterios de Pulacayo
En Pulacayo población potosina de Bolivia, uno de los trabajadores de la empresa minera había fallecido por razones desconocidas. El ingeniero fue al velorio y también al entierro del trabajador. Después del entierro, se reunieron en Club The Miner’s para dar el pésame a la familia del fallecido. Luego, se despidió de los amigos y la familia doliente.
El ingeniero encontrándose en su cuarto ubicado en el Rancho Dos, escuchó tocar la puerta a horas 3 de la madrugada. Era un amigo, quien le pidió el favor de recoger a su madre del velorio, donde se quedó dormida. El ingeniero acepto ir por ella; al salir del Rancho, pasando por la plaza central, escuchó el llanto de una mujer. Miró por todos los lados, y no vio nada. De pronto, se apagaron las luces de los postes, dejando el lugar, en total oscuridad. Calmado, siguió su camino, rumbo al Club The Miner’s. Allí encontró a la mamá de su amigo. La levanto para llevarla a su casa, en el barrio Halcones.
Atravesó las calles oscuras, en medio del mercado del pueblo. De repente, las luces se encendieron y apagaron intermitentemente.
Escuchó ruidos de algo arrastrándose por la tierra; pero, en ese momento, no había personas caminando. Siguió el recorrido, hasta llegar a la casa de la señora. Al retornar, chocó contra un hombre vestido de negro. Se disculpó por la torpeza, y le dio la mano. Sintió una mano tan fría, que pareciera tocar hielo saliendo de la nevera. El ingeniero se asustó tanto, que quedó estático con la presencia de aquel hombre, que arrastraba un ataúd, envuelto a su cuerpo. El
ingeniero resbalo contra el piso, y vio que el hombre se alejaba lentamente. Caminó hasta el mercado, y miro atrás, observó al misterioso hombre continuar su recorrido, rumbo al estadio, y luego, desapareció. Después de lo ocurrido, las luces volvieron a la normalidad.
Asustado aún, el ingeniero se fue corriendo, dando una vuelta por la estación de trenes, hasta llegar a su residencia.
Se encerró en su habitación hasta el amanecer, sin lograr dormir. No fue a trabajar, ni a visitar a su novia. Cuando salió por un momento a la calle, se encontró con su vecina, que vivía al lado del rancho, a quien le contó todo lo sucedido en las primeras horas de la madrugada.
Ella, luego de escuchar el relato, le advirtió que no piense mucho en lo ocurrido, y que vaya donde un Yatiri, para que llame su ánimo. Se supo luego, que el ingeniero se fue a la ciudad a trabajar.
Desde entonces no se conoció más de él.