La misteriosa cueva de Mauka Pulacayo y su historia de tragedia
Un día, mientras dos niñas y una joven pastoreaban sus ovejas cerca de su casa, una de las ovejas escapó y corrió hacia Mauka Pulacayo. Una de las niñas fue rápidamente a avisar a su mamá sobre lo ocurrido. La madre ordenó que fueran tras la oveja y la encerraran en el corral una vez la encontraran. Las niñas, obedientes, se dirigieron hacia donde vieron a la oveja escapada. En el camino, se encontraron con una cueva inusual que tenía tres ventanas.
En la primera ventana, observaron a diversos animales caminando, comiendo y jugando entre sí. En la segunda ventana, vieron a pequeños duendecillos adorables bailando en ronda. Finalmente, en la tercera ventana, un duendecillo curioso escribía con una pluma sobre una mesita.
Cuando el padre regresó del agotador trabajo en la mina y preguntó por las niñas, la madre le explicó que habían ido a buscar a la oveja a Mauka Pulacayo. El padre, furioso y preocupado, corrió hacia donde estaban las niñas sin importarle su cansancio.
Al llegar, vio a una de las niñas a punto de ingresar a la cueva y gritó con fuerza para detenerla. Las niñas, al oír a su padre, se alejaron y vieron cómo unas manos salían por la puerta inclinada de la cueva. Los duendes y animales, al ver al padre molesto, mostraron sus verdaderas caras macabras.
El padre, enfurecido, les lanzó alcohol y les profirió palabras fuertes y groseras, provocando que la hermosa cueva desapareciera, transformándose en rocas enormes. Fue entonces cuando la oveja perdida reapareció. El padre, convencido de que el demonio estaba dentro de ella, la mató y llevó a las niñas de regreso a casa.
Las niñas pidieron explicaciones y el padre comenzó a relatar su propia experiencia de niñez. Cuando él y su amigo tenían entre 7 y 8 años, se aventuraron más allá del pueblo hasta llegar al antiguo pueblo llamado Mauka Pulacayo. Allí jugaron cerca de una cueva similar a la que vieron las niñas.
El amigo del padre, ignorando las advertencias de sensaciones malignas, asomó la cabeza dentro de la cueva y fue jalado por los duendes. Aunque pidió ayuda, no pudo salvar a su amigo y la cueva desapareció dejando solo rocas. La familia del niño raptado buscó desesperadamente durante días, encontrando solo sus pertenencias. Finalmente, hallaron sus restos y lo velaron en el cementerio de Pulacayo antes de decidir marcharse para siempre debido al dolor y la pena.
El padre compartió esta historia como advertencia para que sus hijas nunca volvieran a ese lugar maligno.
Extracto de libro: Leyendas y misterios de Pulacayo