Extracto libro: CUENTOS MITOS Y LEYENDAS – Provincia Chiquitos
Una ancianita y su nieta caminaban por un camino estrecho de herradura, la distancia era bastante larga y al relieve del suelo, algo complicado, no permitía avanzar de una manera acelerada, pronto el cansancio se apoderó de la viejita, a cada paso que daba sentía como si sus piernas fueran de plomo, pesadas. Un sudor frio empezó a bañar su rostro, por momentos se paraba, descansaba un rato y luego continuaba la marcha arrastrando los pies. En cambio la adolescente imprimió velocidad, aburrida, sin paciencia por la tardanza de la abuelita.
Después de ese tedioso caminar llegaron a la laguna San Juanama, la muchacha seguía la marcha manteniendo una distancia prudencial, pero la abuelita sedienta se aproximó a la laguna con intenciones de beber unos sorbos de agua. En ese instante sintió que un remolino de viento la envolvió suavemente y la introdujo dentro del agua. No supo que sucedió en ese intervalo, cuando se dio cuenta estaba en un palacio lujosamente amoblado, que irradiaba de ese hermoso ambiente, una totalidad sorprendente de colores, que resplandecían como si estuviera en un mundo de ensueño.
Llegó un hombre a su encuentro, era nada menos que Don Felipe, un amigo que había muerto hacia un año en un accidente; cuando cargaba un panacú pesado, por descuido dejó clavado su facón con la punta hacia arriba, se resbaló y él mismo se clavó en la nuca.
La recibió muy amable y después de saludarla a Doña Pascuala, pues así se llamaba la viejita, la condujo a la presencia del Rey, que al mirarla se sorprendió, luego expresó:
¡NO! No es esta señora la quiero para mi esposa, yo quiero a Pabla; bueno pero ya está aquí, llamen al médico para que la operen de su bocio.
Apareció el cirujano, observó el bocio, luego suavemente introdujo la mano dentro del cuello y lo sacó sin ninguna dificultad, sin dolor alguno, fue como meter la mano al agua y sacar un objeto.
Posteriormente explico la anciana: “El rey mandó enganchar una carroza grande y lujosa para que me lleven donde está ubicada la torre, a un santuario el de Chochís. En todo el trayecto desde San Juanama, se distinguían toda clase de animales domésticos bien mantenidos, una infinidad de aves domésticas y silvestres se veían esparcidas por el campo. Granjas repletas de: maíz, arroz, caña, yuca, girasol y otros cultivos de frutas, impresionante por su verdor maravilloso”.
El paisaje estaba cubierto de plantas ornamentales cargadas de flores desde el tronco hasta la punta de las ramas, las que más prevalecían eran las flores de orquídea que desprendían un perfume embriagador, toda una perfecta creación.
Cuando volvió al tercer día, me hicieron una hermosa despedida con abundante chicha, Felipe me encomendó: ¿Cuándo te traigan chicha colorada no lo vas a tomar? ¿Por qué? Si bebes ya no podrás salir, ¡te quedarás para siempre! ¡Pedí chicha natural! Así lo hizo, la señora rechazó la chicha colorada y pidió la otra que la tomó con avidez.
Al día siguiente el Rey le hizo preparar charque, queso y chancaca para su tapeque (fiambre) y nuevamente vino un viento en forma de remolino, la envolvió suavemente la condujo al mismo lugar en que desapareció.
Mientras tanto, la nieta impaciente por la tardanza de su abuela que no aparecía, llegó a Santiago toda nerviosa. Doña Pascuala muy conocida en la población, empezaron a preguntar a la niña:
¿Dónde está la abuela? Yo me adelanté y la dejé cerca de la laguna.
¿Y por qué no aparece? No sé cuál será el motivo de su tardanza.
El cacique ordenó la detención de la muchacha hasta que apareciera.
Enseguida enviaron una comisión juntamente con la jóven para que indique el lugar exacto. De donde la había dejado; llegaron al lago y solo encontraron un atadijo de ropa de la anciana.
Con este hallazgo se irradió más la desconfianza de las autoridades y presionaron a la muchacha: ¿qué hizo con el cuerpo de su abuela? ¡La mataste! ¡Hablá! Al no responder nada, tendieron un cuero, la echaron y empezaron a flagelarla dándole diez azotes. Al día siguiente quince, al tercer día estaban por darle veinte; cuando de improviso: Llegó Doña Pascuala tranquila y sonriente, pero sin bocio.
Las autoridades quedaron turbadas, ellos cometieron un acto de injusticia castigándola a la pobre niña inocente, estaban arrepentidos, sin poder dar una explicación razonable, la ancianita toda feliz, llorando abrazó a su nieta al verla en esa situación tan deplorable, con el cuerpo marcado por los azotes. Después narró detalladamente a todos los presentes este suceso increíble, pero cierto, de la sorpresa espiritual que le depara el destino con el más allá.