«LOS FAMOSOS Y OPULENTOS JUEGOS DE CAÑAS Y DE SORTIJA DE LA VILLA IMPERIAL DE POTOSI»
«Gobernaba la Villa Imperial como undécimo corregidor el General Don Pedro Mejía de Córdova, del Orden de la Calatrava y los criollos quisieron hacer fiestas tan esplendidas y magnificas, como jamás las hubieran visto en el orbe. El buen corregidor holgase mucho de aquella idea para desplegar su boato y lucir el habito de su orden, danzar con las alegres y hermosas damas y regocijarse con las músicas y las corridas de toros y cañas. Consentidos por la autoridad aquellos regocijos públicos, acordaron se celebrarían después de corpus.
El programa de aquellas fiestas era el siguiente:
6 DIAS DE COMEDIAS, 3 BAILES, 2 TORNEOS DE JUEGO DE SORTIJA, 6 NOCHES DE MASCARAS POTOSINAS, CORRIDAS DE TOROS, CAÑAS Y OTROS REGOCIJOS.
En la Plaza se habían levantado tablados en forma circular para ver los toros, preciosos palcos rica y lujosamente decorados, estaban destinados para las damas, doncellas y caballeros.
El 9 de junio de 1608 empezo la fiesta, por la corrida de doce toros. A las 4 de la tarde de aquel día la plaza esta llena de gente, hermosas las damas, gallardos los mancebos, bellas y espirituales las doncellas, acababan de presenciar la corrida de toros y la conversación era animada, los victores del populacho prolongados.
Para mantener el juego de sortija había sido elegido Don Francisco Nicolas Arsans Datifer y Toledo natural de Potosi, descendiente del gran Duque de Alba, hombre muy poderoso y rico pues componía su caudal de tres millones de duros.
De repente crecieron los victores, sonaron arcabuces y músicas y empezó la agitación. Aquel ruido era producido por la cuadrilla del nobilísimo mantenedor del juego de cañas y de sortija, que acababa de desembocar la esquina llamada entonces del relo.
Describiremos los trajes de la nobleza potosina ingresando a la Plaza del Regocijo conforme a sus casas nobles y heráldicas:
Venia Don Francisco en su poderoso caballo chileno, armado de finas armas y sobre ellas un precioso ropaje de damasco azul bordado de muchos diamantes, esmeraldas y rubíes, en su cabeza un fino casco y en el muchas plumas verdes, azules y encarnadas que salían de una base de oro fino. En la mano diestra una lanza y en la siniestra un escudo donde estaban pintadas sus armas, sembradas en ella muchas piedras preciosas, estaba también un lucero de diamantes con los rayos que llegaban a sus armas y abajo esta leyenda «Desde el alba viene aquí». El habito de su profesión estaba hecho con muy vivos rubíes. La silla era hecha de filigrana de oro y lo mismo los estribos, los penachos del caballo de plumas verdes encarnadas y azules, las crines y colas de lazos de perlas y muy vistosas cintas. Los cuarenta mancebos venían vestidos todos con coletos de ricos artes, todos bordados de oro y aljófar, sombreros ricos con cintillos de oro y diamantes, plumas encarnadas y azules, escudos y lanzas, los jaeces bordados de oro y perlas, las crines y colas de los caballos con cintas verdes y azules.
Por la calle de los mercaderes entro Don Nicolas Estaban de Luna, criollo de Potosí, hijo de Don Pedro Luna natural de Madrid, rico de Potosí, venia Don Esteban en su caballo negro y el caballero armado, sobre las armas un ropaje de brocato encarnado guarnecido de cadenas de oro y lazo de perlas, sobre el casco traía una serpiente de oro, los ojos y lengua de rubíes, muchos penachos verdes, blancos y amarillos, según la heráldica de su casa, la silla bordada de oro, así también venia cubierta la anca del caballo y la cola entretejida con lazos de oro y perlas, el plumacho de plumas blancas, azules y amarillas, en la mano diestra una lanza y en la otra un escudo, donde estaban pintadas sus armas y una luna de cristal, la letra escrita en el escudo decía «no la eclipsara el sol». Los cuarenta mancebos venían vestidos de brocato azul guarnecido con puntas de oro y en ellas preciosos diamantes y esmeraldas. Traían unas cadenas de oro cruzadas en el pecho, sombreros ricos y en la terciadora unas joyas de diamantes, las plumas de muchos colores, los jaeces bordados de oro y perlas y sus lanzas y escudos.
La esplendidez de los trajes de los habitantes de la Villa Imperial no podía ser más deslumbrante. Vestidas con igual o mayor lujo que en cualquiera parte del mundo, estaban las damas y un estrepitoso y prolongado aplauso saludo a los caballeros competidores del Juego de Cañas y de Sortija ingresando a la Plaza del Regocijo».