Laja: Cuna de Nuestra Señora de La Paz
En su peregrinaje por el altiplano en busca de un enclave propicio para la nueva ciudad que conectara Cusco y Arequipa con La Plata (hoy Sucre), el capitán español Alonso de Mendoza se detuvo en el caserío aymara conocido como Llaxa o Lappara. Encantado por el lugar, fundó la ciudad de La Paz el 20 de octubre de 1548. Tres días después, se estableció en el valle de Chuquiago, sentando las bases de Nuestra Señora de La Paz.
Laja, ubicada a 36 kilómetros de La Paz y a una altitud de 3,960 metros sobre el nivel del mar, se encuentra a medio camino entre La Paz y Tiwanaku, el antiguo centro ceremonial inca. Su plaza principal alberga una destacada iglesia del siglo XVIII, adornada con retablos y cuadros coloniales, incluyendo un frontal de plata de estilo neoclásico. Esta iglesia, iniciada a principios del siglo XVIII, es un ejemplo interesante de superposición de estilos, con una planta que sigue la tradición barroca.
En la plaza, la iglesia se destaca con su cúpula que conserva azulejos verdes de Jesús de Machaca. El templo muestra la transición hacia el estilo mestizo, con columnas adornadas con monos y águilas. Además de la iglesia, Laja atrae con tradiciones como el horneado de pan a la piedra. Las mujeres locales preparan la masa con harina de trigo, manteca, levadura, azúcar y sal, y hornean el pan en un horno de piedra, ofreciendo un producto distintivo que se vende en el camino a Tiwanaku.
El 8 de diciembre, los «lajeños» celebran la festividad de la Virgen de Chijipampa en el templo ubicado al pie de un pequeño cerro, marcando el día con una gran entrada folklórica en la que participa gran parte de los 18,300 habitantes.
Laja Enfoques Históricos Contemporáneos y Perspectiva Crítica
Dentro de los enfoques históricos contemporáneos, es relevante considerar a Laja como un cantón apartado de la vida urbana. Silvia Arze critica la Reforma Agraria de 1953 en Bolivia, que, si bien benefició a quechuas y aimaras, dejó desamparados a miles de indígenas orientales. Este episodio, surgido en el contexto de la problemática agraria boliviana del siglo XX, se convierte en un precedente crucial para la historia local de Laja.
Aunque Laja ha sido escasamente estudiada en los periodos colonial y republicano, resulta esencial comprender no solo su realidad actual sino también el proceso social que ha marcado su pasado histórico regional. Este análisis se centra en el periodo de 1590 a 1900, utilizando a Laja como caso específico en el altiplano de La Paz. A pesar de la escasez de estudios, este trabajo aborda seriamente la historia de Laja.
Desde la perspectiva andina, los trabajos previos de Henrique Urbano y Peralta e Irurozqui sobre la modernidad en tiempos coloniales y la temprana República sugieren que la historia de las comunidades rurales en la región andina ha experimentado pocos cambios en sus comportamientos sociales a lo largo del tiempo. Aunque la modernidad ha dejado su impronta, la esencia genérica social de estas comunidades ha perdurado.
El abordaje de la tradición desde la perspectiva política señala su desaparición como principio rector en las sociedades contemporáneas. Sin reconocimiento del mundo simbólico que la tradición implica, la memoria de los pueblos queda desamparada fuera de la política oficial.
Geografía de Laja y Su Historia Local
Laja, actualmente parte de la Provincia Los Andes, en el siglo XIX pertenecía a la Provincia Omasuyos. Ubicada al norte del altiplano paceño, en la parte este del Lago Titicaca, limita con diversas poblaciones y se mantiene activa gracias a la comunicación comunal.
La historia local de Laja está intrínsecamente ligada a la fundación de La Paz en 1548 por Alonso de Mendoza. Este pueblo fue estratégico durante la colonia por su población indígena aymara y tierras codiciadas por encomenderos. Aunque las tierras de Laja experimentaron un proceso de decadencia agraria en el siglo XIX, el pueblo resistió al avance hacendatal en un contexto de cambios en la tenencia de la tierra y juicios territoriales.
Estructura Comunitaria de Laja del Siglo XIX
En el siglo XIX, el Occidente de Bolivia se caracteriza por una distribución demográfica donde las comunidades rurales representan el 80% de la población, mientras que el restante 20% reside en entornos urbanos. En Laja, se identifican aproximadamente veinte comunidades, con el pueblo como epicentro que articula y administra estas unidades. Sin embargo, los habitantes directos del pueblo apenas representan un 0,5% de la población total, dejando el resto como una amalgama diversa de comunidades.
A pesar de constituir un porcentaje menor en comparación con el número de haciendas, los terrenos comunales abarcan extensiones territoriales significativas, incluyendo diversos entornos ecológicos. Cada hacienda, en promedio, engloba una o dos comunidades, fusionando diferentes grupos y regiones ecológicas. Por ejemplo, la puna, siendo más estéril, contrasta con las zonas cercanas al lago, creando una diversidad considerable en términos de productividad y condiciones de vida.
Transformaciones Territoriales en Laja: Del Remate de Tierras a la Consolidación Hacendatal
En el lapso del gobierno del Gral. Melgarejo, las comunidades del cantón de Laja experimentaron una profunda metamorfosis, pasando de entidades autónomas a ser absorbidas en su mayoría por el sistema hacendatal. Este cambio marcó un hito en la estructura social y territorial de la región.
Transformación Territorial en Laja: Del Colonialismo a la Hegemonía Hacendatal
El sistema de explotación en Laja se gestó en las encomiendas reales, evolucionando hacia la hacienda española y generando descontento. Levantamientos indígenas, liderados por Katari y Amaru, buscaron liberar a las comunidades de la opresión laboral y tributaria española.
Las Reformas Borbónicas del siglo XVIII establecieron un rígido control territorial que afectó a las comunidades lajeñas, especialmente a las de la parcialidad anansaya, generando confusión sobre su adscripción provincial.
En el siglo XIX, Laja, marcada por despoblamiento, vivió una amalgama de sociedades rurales. El colonato, resistencia ante la expansión de haciendas, intensificó el sistema de explotación.
Aunque las haciendas eran de criollos e indígenas, la servidumbre tenía peculiaridades. La aceptación de un cacique indígena requería aprobación, favoreciendo haciendas extensas respaldadas por mano de obra sometida a doble control estatal.
La transición al sistema republicano apenas alteró el modelo de haciendas del siglo XVI. Aumentaron conflictos jurídicos, involucrando comunidades, hacendados e iglesia. La intervención eclesiástica, con fuerte legitimación, generó abusos contra los indígenas.
Aunque los litigios no surgieron de despojos recientes, la creciente apelación a la justicia estatal por parte de comunidades marcó una nueva tendencia. Hacendados, con poder local, influyeron en la justicia republicana, delineando un complejo panorama de tensiones y disputas territoriales en la transición entre sistemas.
Desafíos Sociales en Laja (1864): Haciendas, Comunidades y Confrontaciones
Laja 1864: Conflictos entre Haciendas y Comunidades
Durante el gobierno de José María Achá, las medidas legislativas sin previa evaluación de consecuencias generaron cuestionamientos a la relación establecida entre haciendas y comunidades en Laja, marcando la primera etapa de la vida republicana.
El 3 de mayo de 1864, en plena festividad, 200 indígenas de la finca Ancocala, liderados por Ramón Gutiérrez, desataron un tumulto contra el pueblo de Laja y los indígenas del ayllu Jilantacas (Sullcatacas). La denuncia del Corregidor Territorial del Cantón Laja, Atanasio Sánchez, revela un ataque aprovechando la ocasión festiva, sin encontrar resistencia.
En otra instancia, el 12 de octubre del mismo año, la comunidad de Collantaca fue asaltada por 300 peones de Copacasi, propiedad de Manuel José Castillo. Este asalto dejó numerosos heridos y pérdida de ganado, evidenciando la intensidad de los conflictos en la región.
Estos incidentes, respaldados por documentos del Archivo Histórico de La Paz, ilustran las confrontaciones generadas por la acción directa de hacendados y autoridades tradicionales, representadas por los caciques. Estos líderes dividían sus dominios entre tierras de Jayma y propiedades privadas de los hacendados, mientras la comunidad permanecía unida ante cualquier ataque de estas autoridades locales hacia las sociedades lajeñas.
Conclusión
En conclusión, el viaje a través de la historia de Laja nos revela un pasado rico en matices y complejidades. Desde su fundación estratégica por Alonso de Mendoza en 1548 hasta los desafíos sociales y transformaciones territoriales que experimentó en el siglo XIX, la historia de Laja es un testimonio de resistencia y adaptación.
La arquitectura y tradiciones de Laja, encapsuladas en su iglesia del siglo XVIII y el horneado de pan a la piedra, reflejan la superposición de estilos y la riqueza cultural de esta comunidad a lo largo del tiempo. La festividad de la Virgen de Chijipampa, celebrada con una gran entrada folklórica, demuestra la vitalidad de las tradiciones locales y su arraigo en la identidad de los «lajeños.»
Desde una perspectiva histórica contemporánea, la crítica a la Reforma Agraria de 1953 destaca la importancia de comprender la interconexión entre eventos nacionales y el impacto en comunidades aparentemente apartadas como Laja. La resistencia ante la consolidación hacendatal en el siglo XIX, marcada por conflictos y confrontaciones, revela la complejidad de las dinámicas sociales y territoriales de la región.
El análisis desde la perspectiva andina sugiere la persistencia de la esencia genérica social de las comunidades rurales a lo largo del tiempo, a pesar de las influencias de la modernidad. La pérdida de reconocimiento de la tradición en la política contemporánea resalta la importancia de preservar el mundo simbólico que implica la memoria de los pueblos.
En última instancia, la historia de Laja es un testimonio de la resilencia de una comunidad a lo largo de los siglos, enfrentando desafíos y transformaciones, pero conservando su identidad y tradiciones. Este viaje a través del tiempo nos invita a reflexionar sobre la importancia de preservar y comprender las raíces históricas que dan forma a nuestras comunidades.
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