Warnes y la Batalla de Pari

Los guerrilleros.- Warnes y la Batalla del Pari.- Lanza en Ayopaya.. Doña Juana Azurduy de Padilla.

De 1816 a 1823 la Guerra de la Independencia fue sostenida en el Alto Perú por los caudillos aislados que bajo la denominación de guerrilleros, mantuvieron en jaque a los ejércitos realistas, sin darles cuartel un solo instante.
Los guerrilleros eran. jefes de pequeñas partidas de campesinos y de soldados dispersos, procedentes de los restos de los ejércitos patriotas, que se mantenían errantes por los valles y montañas, sorprendiendo a las guarniciones realistas con sus golpes de mano y causándoles serios estragos. A veces los guerrilleros conseguían reunir importantes contingentes de tropas, y entonces atacaban las ciudades, consiguiendo éxitos temporales muy señalados. Entre esos caudillos se distinguieron especialmente: Lanza, Camargo, Rojas, Padilla, Warnes, Mercado y otros.

Una de las más terribles batallas correspondientes a este período fue la librada en las llanuras del Pari, en las afueras de la ciudad de Santa Cruz, el 22 de noviembre de 1816. Después de varias alternativas ocupaba la ciudad el coronel Warnes, cuando supo la aproximación del ejército que mandaba el general Francisco Javier de Aguilera, sanguinario jefe realista que había actuado con fortuna contra las guerrillas de Padilla, obteniendo la victoria del Villar.

Warnes salió a situarse fuera de la población y a poco los dos ejércitos se encontraron frente a frente. El de Aguilera se componía de mil seiscientos hombres, veteranos y aguerridos, y el de Warnes era bastante inferior en número. El vencedor de Florida arengó a sus tropas con estas lacónicas palabras: «Soldados: a vencer o morir con gloria». A esta señal atacó la caballería cruceña, al mando del coronel Mercado que arrolló el frente realista y se lanzó en persecución de las tropas desbandadas. Pero la infantería, dirigida por Aguilera en persona, permaneció firme y empeñó un esforzado combate que duró hasta la caída de la tarde, hora en que Warnes herido, cayó de su caballo y fue ultimado en el suelo a lanzadas. La muerte del jefe fue la señal de desaliento para las tropas cruceñas que quedaban, reducidas ya a un número escaso, y la victoria se decidió en favor de los realistas. Cuando el coronel Mercado volvió al campo, después de la persecución, de la caballería enemiga, se encontró con la derrota y tuvo que replegarse.

Aguilera entró a la ciudad solo a la cabeza de doscientos hombres. De cerca de tres mil soldados que habían tomado parte en la batalla, más de dos mil habían quedado muertos en el campo. Los restantes estaban heridos y dispersos.

La carnicería del Pari fue vengada por Aguilera con el fusilamiento de cerca de mil personas, en menos de un mes. La población de Santa Cruz quedó diezmada y sufrió toda clase de vejámenes y persecuciones.

Las guerrillas de Lanza, en Ayopaya, se hicieron célebres por la misma época. Todas las expediciones organizadas contra ese jefe patriota fracasaron, porque unía el valor a la astucia y hacía la guerra por medio de sorpresas y emboscadas, hasta desesperar a las tropas destacadas para combatirlo.

Pero la figura más culminante de aquel tiempo fue sin duda doña Juana Azurduy de Padilla, esposa del guerrillero de La Laguna, (hoy Padilla, capital de la provincia Tomina), derrotado y muerto por Aguilera en el Villar, que sustituyó a su esposo en el mando de las partidas que mantenían la guerra en las provincias de Chuquisaca y Santa Cruz.

Nacida en la primera de esas ciudades, en 1781, había contraído matrimonio poco antes de estallar la insurrección de 1809, y arrastrada por el torbellino de la lucha en que se vio envuelto su esposo, como partidario decidido de la causa de la independencia, ingresó ella también al servicio de las armas, dando desde el principio muestras de un carácter varonil y de un espíritu militar raros en una mujer.

En la derrota del Villar por último tomó el mando de las tropas y se retiró con ellas, sin caer jamás en manos del enemigo y continuando la campaña bajo el doble impulso de su ardor patriótico y de su resolución de vengar la muerte de su esposo. Vestía generalmente elegante y llamativo uniforme militar, que realzaba más su continente marcial, inspirando entusiasmo frenético entre sus tropas.
Vivió todavía muchos años después de la proclamación de la
República por cuya causa luchó con tanto arrojo. El Libertador Bolívar, al entrar en Chuquisaca, en 1825, le estrecho la mano y decreto para ella una pensión vitalicia, en premio de sus servicios a la Patria. Había alcanzado el grado de teniente coronel, y se la conocía con el nombre de la Tenienta Coronela de la Independencia.