Antonio José de Sucre

El Nacimiento del GENERAL Antonio José de Sucre en Cumaná, Venezuela, en 1795, marcó el inicio de una vida ligada a la riqueza y distinción parental. Su primera instrucción tuvo lugar en la capital, Caracas. A partir de 1808, Sucre inició su exploración en las matemáticas, precursora de su futura carrera en ingeniería. Con el estallido de la revolución, dedicó sus esfuerzos a esta disciplina, destacándose desde sus primeros días con aplicación e inteligencia que lo distinguieron entre sus compañeros.

Primeros Años de Independencia de Bolivia

En los albores de la República Boliviana, la Constitución Política del Estado trazó un nuevo mapa territorial, reemplazando intendencias, partidos y parroquias con departamentos, provincias y cantones. Este cambio estructural delineó la base administrativa de la joven nación.

La información demográfica en la creación de Bolivia en 1825 presenta desafíos, ya que el foco estaba en la población indígena tributaria. Estimaciones de las primeras décadas de la República, basadas en los datos de Joseph B. Pentland en 1826, revelan una distribución poblacional concentrada en un eje norte-sur.

En el período 1831-1834, el Litoral y vastas regiones del norte, noroeste, este y sureste contaban con menos del 1% de la población boliviana. La demografía destacaba a La Paz como el departamento más poblado con un 34%, seguido de Potosí (22%), y Cochabamba y Chuquisaca compartiendo el tercer lugar. Oruro albergaba solo el 10%, mientras que Santa Cruz representaba el 7%. Tarija (creado en 1831) y Beni (creado en 1842) aún no existían como entidades territoriales independientes.

La distribución demográfica en las ciudades capitales también variaba: Oruro contaba con 4.600 habitantes, mientras que Cochabamba alcanzaba los 30.000 en ese momento. Notablemente, las ciudades capitales absorbían entre el 4% y el 20% de la población de sus respectivos departamentos, subrayando un país esencialmente rural en su composición demográfica.

En resumen, la nueva República Boliviana, nacida de la independencia, delineó su territorio y estructura administrativa bajo una nueva Constitución. Las cifras demográficas tempranas indican una concentración poblacional en ciertos ejes y la preponderancia de la ruralidad en la composición del país en sus primeros años de existencia.

Antonio José de Sucre y sus reformas en Bolivia (1825-1828): Desafíos y Transformaciones

La etapa posindependencia de Bolivia se marcó por la transición de Simón Bolívar a Antonio José de Sucre, quien asumió la presidencia el 29 de diciembre de 1825, bajo la condición de renunciar en 1828 para retirarse a la vida privada.

Desde su llegada al territorio boliviano, Sucre se enfrentó a desafíos monumentales al intentar establecer un nuevo Estado con bases institucionales renovadas bajo el modelo republicano liberal (Lofstrom, 1983). La grave crisis económica, resultado de años de guerra, una población predominantemente rural, y una decadente actividad minera eran algunos de los obstáculos que enfrentó.

Conocido como el gran reformador, Sucre implementó medidas para superar la crisis y transformar las instituciones económicas y sociales. El éxito de estas reformas dependía en gran medida de la selección de personas para ocupar puestos clave en la burocracia estatal. A diferencia del régimen colonial que vendía puestos al mejor postor, Sucre estableció comités o juntas en La Paz, Oruro y Cochabamba para sugerir nombres de personas honorables para funciones públicas.

Sin embargo, Sucre expresó descontento con las sugerencias de las juntas, ya que muchos de los candidatos carecían de habilidades básicas. Se vio obligado a crear una comisión especial para revisar las recomendaciones y, en diciembre de 1825, Bolívar reinstauró el método de la terna y la oposición para cubrir los puestos vacantes.

Sucre también innovó al confiar los puestos de las presidencias de los departamentos a altos mandos militares como reconocimiento a su actuación en la Independencia. A pesar de esto, algunos casos, como el de José Miguel Lanza, resultaron decepcionantes, ya que mostró mejor habilidad militar que administrativa.

Al explorar las prioridades del nuevo Estado, Sucre buscó información y estadísticas confiables. Propuso un censo basado en los datos proporcionados por los párrocos y solicitó información detallada sobre provincias, aldeas, producción, ingresos y gastos. Aunque este enfoque proporcionó insumos valiosos, las reformas de Sucre tuvieron un éxito limitado.

Testimonio de la llegada de Bolívar a La Paz y su encuentro con Sucre, Lanza y Eguino:

«Encaminose por el Lago Titicaca para conocer la cuna misteriosa de los incas, y hasta sus riberas marchó en su encuentro el gran Mariscal de Ayacucho, llegando a La Paz en los primeros días del mes de agosto de 1825.
Citado todo el pueblo paceño, así como los de muchos otros del departamento, con un solo pensamiento y una sola voluntad, se rebullían para recibir y conocerlo. Los repiques de campanas, las músicas guerreras del ejército, las suaves melodías de la de los indígenas, el trote de miles de caballos, el ir y venir de todos los vecinos de la localidad y una gritería incesante de aclamaciones, presentaban el espectáculo de una gran resurrección. Efectivamente, los pueblos rompían entonces los caóticos velos de la servidumbre, surgían a las expansiones y claridades de la autonomía.
En el principio de la calle Ancha, hoy Avenida América, se ha formado una elegante portada cerrada con llave de oro. Hermosas niñas, representando interesantes ninfas, la guardan. Apenas arribó allí el triunfador, la histórica heroína doña Vicente Medina de Eguino, acompañada del presidente, general José Miguel de Lanza, le abrió la puerta y le entregó su valiosa llave con un patético y oportuno discurso, que fue inmediata y galantemente contestado.
Desde allí penetró, teniendo a su lado a los generales Sucre y Lanza, así como a la señora Eguino. En el puente de Apumalla, hoy del Comercio, se ha constituido un espléndido arco de triunfo, y allí le reciben y ofrecen sus homenajes los cabildos municipales y eclesiásticos.
En el trayecto atraviesa por una lluvia incesante de flores y esencia olorosas, en medio de las aclamaciones que se le dirigen, tanto de las tribunas y balcones como por sus acompañantes.
En la plaza principal se ha levantado sobre el terraplén de una catedral una estrada magníficamente decorada, y allí se alzó la apoteosis a la altura de su sublime. Un venerable sacerdote va a coronarle con una hermosa guirnalda repleta de brillantes y perlas; pero Bolívar, tomando resueltamente la valiosa distinción, la coloca en la cabeza de Sucre, con estas palabras: ‘No es a mí a quien corresponde la corona de la victoria, sino al general que liberó al Perú en los campos de Ayacucho’.»

Fuente: Citado en Pinilla, 1917

Título: Dilemas en el Gobieno de Sucre (1825-1828): Designación de Cargos y Descontento Nacional

La presidencia de Antonio José de Sucre (1825-1828) estuvo marcada por desafíos cruciales, particularmente en la selección de cargos públicos y la consolidación del gobierno.

Para evitar prácticas prebendalistas y clientelistas, opté por encomendar roles clave a militares extranjeros notables, tales como Miller, O’Connor y Braun. Esta elección, no obstante, desencadenó tensiones, especialmente entre los altoperuanos que ansiaban papeles de liderazgo en la administración. La presencia extranjera, además, exacerbó sentimientos xenofóbicos, agravados por abusos de oficiales y soldados en el Alto Perú.

Sucre conformó un gabinete con dos ministerios, inicialmente de guerra y de interior y finanzas, y más tarde, se creó un nuevo ministerio de finanzas. El coronel Agustín Geraldino asumió como ministro de Guerra, mientras que el español Facundo Infante ocupó el cargo de ministro del Interior y Finanzas, siendo también el principal asesor de Sucre.

A pesar de las disposiciones de la Constitución de 1826 que permitían al presidente designar empleados en áreas específicas, la inestabilidad política obstaculizó las elecciones, conduciendo a que los prefectos distribuyeran cargos y revivieran prácticas de compra de puestos públicos tras la salida de Sucre. Este desafío pone de manifiesto las complejidades de establecer instituciones modernas en una sociedad arraigada en estructuras del antiguo régimen.

Sucre: Un Mandato entre Reformas y Desafíos

En el arduo camino hacia la consolidación de la República, las finanzas públicas se erigieron como un obstáculo infranqueable para Sucre, cuya visión liberal decimonónica lo llevó a una decidida confrontación con la Iglesia católica. La ley de 1.I.1827 marcó un hito al obligar a la Iglesia a ceder el control del diezmo al tesoro público, subordinando así la jerarquía eclesiástica y transformando al clero en una suerte de funcionarios públicos remunerados por el gobierno.

La reforma, abarcadora y radical, trascendió la esfera religiosa, extendiéndose a la confiscación y venta de propiedades eclesiásticas en el ámbito rural. La República, heredera de cuantiosos recursos, se vio obligada a invertir en caminos, escuelas y otras necesidades imperativas.

Los ataques no solo desacreditaron a la Iglesia, sino que también buscaron liberalizar el pensamiento, promoviendo ideas modernas y tolerancia religiosa. A pesar de la aprobación de la importación de biblias protestantes, las discordias llevaron a que, en la Constitución de 1826, la religión católica se erigiera como la oficial.

La reforma eclesiástica, sin embargo, resultó insuficiente para satisfacer las crecientes necesidades del país.

La segunda gran medida de Sucre se materializó en una reforma tributaria, eliminando impuestos coloniales y reorganizando la fiscalidad. Alineado con el ideario liberal, suprimió la mita y el tributo indígena, atacando monopolios y liberando la industria tabacalera de restricciones. Sin embargo, la falta de apoyo y una burocracia eficiente llevó al abandono de ciertas medidas.

La preocupación por la producción minera se destacó en el horizonte de Sucre. A pesar de intentos por «nacionalizar» minas abandonadas e atraer inversiones extranjeras, el colapso del mercado londinense y altos costos impidieron una reactivación inmediata.

El renacimiento de la Casa de la Moneda y el Banco de San Carlos fue un logro destacado, aunque la reactivación de las minas resultó esquiva, relegando a los mineros locales a proveedores exclusivos de minerales de plata.

Sucre, arquitecto del liberalismo, abogó por la formación ciudadana como piedra angular del régimen republicano. A pesar de sus esfuerzos, la reforma educativa alcanzó éxitos limitados, subrayando los persistentes desafíos en la consolidación de los valores republicanos.

Así, el gobierno de Sucre, entre reformas trascendentales y desafíos ineludibles, dejó un legado complejo que marcó la historia boliviana. En un crisol de ideales y adversidades, la nación emergió, forjando su camino hacia una identidad republicana.

El Ocaso del Gobierno de Sucre

En las tres efímeras estaciones del mandato de Antonio José de Sucre en Bolivia, se tejieron hilos de inestabilidad que configuraron su legado. En este breve periodo, marcado por la persistente fragilidad, los designios del mariscal se vieron amenazados por rebeliones internas y conflictos que socavaron la estabilidad de la incipiente República.

Desde la navidad de 1827, una rebeldía en La Paz liderada por el batallón de Voltigeros, ávido de salarios impagos, encendió la mecha de una serie de levantamientos en Cochabamba y Chuquisaca. Los cuarteles se convirtieron en escenario de insurrecciones instigadas desde el exterior, erosionando la autoridad de Sucre.

El 18 de abril de 1828, la crispación alcanzó su clímax con una insurrección en Chuquisaca protagonizada por los Granaderos de Colombia. La demanda de renuncia por parte del cabildo y el control del cuartel de San Francisco por los sublevados dejaron a Sucre herido y confinado en la hacienda de Ñucchu, en las afueras de la ciudad.

En este turbulento contexto, Sucre, montado en su caballo, intentó sofocar personalmente la revuelta, resultando herido en el brazo. A pesar de sus esfuerzos, la situación se volvió insostenible, llevando al renombrado líder a presentar su renuncia y dejar tras de sí un «testamento político», plasmado en bronce en la estatua en la plaza 25 de Mayo de Sucre.

La rebelión desencadenó la intervención peruana en mayo de 1828, liderada por el general Agustín Gamarra. Cruzando el río Desaguadero, ocupó La Paz y Oruro, marcando un hito en la historia boliviana. La entrevista previa entre Sucre y Gamarra en marzo no impidió la intervención, cuyos motivos estaban arraigados en la percepción peruana de Bolivia como una pieza en los planes expansionistas de Bolívar.

En Piquiza, el 6 de julio de 1828, Gamarra negoció la evacuación del ejército colombiano y la convocatoria a un congreso constituyente. Sin embargo, la imposición de Pedro Blanco como presidente de Bolivia, respaldada por líderes militares y políticos bolivianos, marcó el inicio de un periodo tumultuoso, caracterizado por el asesinato de Blanco, el interinato del general Velasco, y el llamado a Andrés de Santa Cruz para asumir la presidencia en 1829.

Así, el efímero gobierno de Sucre quedó grabado en la memoria histórica de Bolivia como un capítulo de convulsiones internas, intervenciones extranjeras y transiciones tumultuosas hacia un destino incierto.

Biblografía del libro: Bolivia, su historia – Tomo IV – Los primeros cien años – de la República – 1825-1925.

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