La Guerra del Pacífico: Un Análisis Integral de sus Causas
La Guerra del Pacífico ha sido objeto de numerosos estudios y análisis que buscan desentrañar sus complejidades. Diversos expertos, desde distintas disciplinas como la historia económica, política y militar, han propuesto teorías que desafían los mitos arraigados en torno al conflicto. Es crucial explorar estas perspectivas para obtener una comprensión más completa de los factores que llevaron al estallido de la guerra.
La importancia singular de la Guerra del Pacífico en la historia republicana de Bolivia, argumentando que ninguna otra contienda ha dejado una huella tan profunda en la nación. La pérdida territorial significativa y la transformación del panorama geopolítico han contribuido a la intensidad del impacto de este conflicto.
A pesar de que se han identificado causas conocidas, como el impuesto de diez centavos implementado por el presidente boliviano Hilarión Daza y el presunto interés británico, estas explicaciones se consideran solo el comienzo. Los ejércitos de los tres países involucrados fueron como «marionetas» manejadas por Gran Bretaña. Sin embargo, la complejidad del conflicto va más allá de estas interpretaciones simplificadas.
La obra busca, por lo tanto, desmitificar las explicaciones convencionales y examinar a fondo los diversos factores que desencadenaron la Guerra del Pacífico. No se limita a los episodios militares y diplomáticos, sino que también analiza las contribuciones de las historiografías de los tres países involucrados. Este enfoque integral busca ofrecer una visión más completa y matizada de los eventos que dieron forma a este conflicto de 1879.
En conclusión, la Guerra del Pacífico, iniciada por el bloqueo de Antofagasta en 1879, marcó un hito en la historia de Bolivia, llevando a la pérdida de territorios significativos. A través de diferentes perspectivas y disciplinas, se busca romper con los mitos arraigados y explorar a fondo los factores que desencadenaron este conflicto, proporcionando una comprensión más rica y completa de uno de los eventos más trascendentales en la historia de América del Sur.
Conflicto Inminente: Tratados Limítrofes y Concesiones de Salitre
Desde mediados del siglo XIX, los límites políticos entre Chile y Bolivia en la región del desierto de Atacama, específicamente entre los paralelos 23 y 25 de latitud sur, no estaban completamente definidos. La falta de resolución de esta cuestión fronteriza generó tensiones que se manifestarían en una serie de tratados temporales, proporcionando a Chile la base legal para el inicio de la Guerra del Pacífico.
En 1842, Chile unilaterlamente fijó su frontera norte en el paralelo 25, desencadenando el reclamo boliviano. Aunque se sucedieron tratados que temporalmente intentaron resolver el problema, la situación se exacerbó. En 1866, se firmó un tratado entre Bolivia y Chile que estableció un dominio compartido en la zona del paralelo 23, dejando el paralelo 25 para Chile y el 24 para Bolivia, este tratado implicó una pérdida territorial inicial de 1.200 leguas cuadradas para Bolivia.
Simultáneamente, el gobierno boliviano envió una misión de exploración a Atacama en 1866, encabezada por el coronel Quintín Quevedo, con el objetivo de informar sobre el estado, los recursos y la población de la región. Este esfuerzo buscaba respaldar la posición boliviana en las disputas territoriales.
En 1874, se suscribió un tratado que estableció el límite en el paralelo 24 y otorgó dominio compartido sobre el guano entre los paralelos 23 y 24. Además, se acordó mantener invariables los derechos de exportación de los minerales que Chile explotara en la zona, y se eximieron a las personas, industrias o capitales chilenos de impuestos adicionales por los próximos 25 años.
Un año antes del tratado de 1874, Bolivia celebró un contrato con la «Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta,» concediéndole el derecho de exportar salitre sin impuestos. Este contrato, aprobado por la Asamblea Nacional en febrero de 1878, imponía un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado, una medida que contribuiría a desencadenar la Guerra del Pacífico.
Desencadenando el Conflicto: El Impuesto de los Diez Centavos y la Reacción Chilena
La escalada hacia la Guerra del Pacífico se intensifica con el impuesto de diez centavos impuesto por Bolivia a las exportaciones de salitre, desencadenando una serie de eventos que llevarían a un conflicto armado. Después de numerosos reclamos diplomáticos y desacuerdos con la «Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta,» el gobierno boliviano emitió una orden de pago por los impuestos pendientes. Esta medida, aplicando el impuesto desde la promulgación de la ley, marcó el punto de no retorno en el conflicto.
A pesar de las discusiones diplomáticas entre Bolivia y Chile, el presidente boliviano Hilarión Daza resolvió el contrato con la compañía, ya que el Congreso había aprobado la transacción bajo la condición de aplicar el impuesto de los diez centavos. La negativa del gerente de la compañía y del gobierno chileno a aceptar dicho pago llevó inevitablemente a la resolución del contrato.
El impuesto de los diez centavos se ha considerado como el catalizador inmediato de la guerra, aunque las interpretaciones varían entre la historiografía chilena y boliviana. Gonzalo Bulnes, historiador chileno, lo vio como una violación del tratado de 1874 y un perjuicio a los intereses de la compañía salitrera. Por otro lado, el historiador boliviano Alberto Gutiérrez argumentó que, incluso si se hubiera resuelto en favor de los intereses chilenos, surgiría otra complicación debido a la creencia de los chilenos de ser «dueños de todo.»
Otro punto de controversia es si el gobierno chileno transformó un asunto de derecho privado en uno público para justificar la declaración de guerra. Mientras la historiografía chilena argumenta la justificación basada en la violación del tratado de 1874, historiadores bolivianos como Alcides Arguedas sostienen que el conflicto debería haberse tratado en el ámbito privado, buscando una indemnización por la resolución del contrato.
A pesar de estas divergencias interpretativas, varios factores explican los intereses del gobierno chileno en la zona del Litoral boliviano, más allá de las circunstancias inmediatas del impuesto de los diez centavos.
Transformación Económica: La Revolución del Salitre en Chile
Hasta 1875, Chile experimentó un período de bonanza económica, impulsada por el auge de sus exportaciones, donde ciertos productos destacaban como impulsores fundamentales. Sin embargo, este periodo dorado se vio empañado a mediados de la década de 1870, cuando la crisis internacional lanzó su sombra sobre la economía chilena, afectando significativamente los precios de sus principales exportaciones en los mercados internacionales.
El descenso abrupto de los valores de estos productos generó un déficit comercial, exacerbando la situación económica con el aumento del desempleo y el surgimiento de manifestaciones populares desafiantes. Ante esta encrucijada, el gobierno se vio obligado a emprender medidas decisivas para restablecer la estabilidad.
La única opción viable era reestructurar la economía desde su base, dada la dependencia de Chile de la exportación y los precios internacionales. En 1877, el presidente Aníbal Pinto advirtió que, sin mejoras significativas, la crisis empeoraría.
La reestructuración económica se presentaba como una tarea desafiante, pero la sustitución de productos para continuar el crecimiento era más realista. En este contexto, el salitre, un recurso clave presente en el desierto de Atacama (parte de Bolivia y Perú), emergió como la solución.
Empresas chilenas y británicas, aprovechando la invención de la dinamita, se establecieron en lugares como Antofagasta (Bolivia) y Tarapacá (Perú) para explotar y exportar salitre. A diferencia del cobre y la plata, el salitre tenía una demanda constante en el mercado internacional y estaba libre de la competencia de otros productores. Ofreció a Chile una oportunidad única para un crecimiento económico rápido y estable, consolidando la conexión empresarial chilena en Bolivia y Perú. Este cambio estratégico marcó el inicio de la revolución del salitre en la economía chilena.
Protegiendo Inversiones: El Rol de los Capitales Anglo-Chilenos
La imposición del impuesto de diez centavos por quintal de salitre exportado desde las salitreras bolivianas fue el detonante que el gobierno chileno necesitaba para justificar una guerra, alegando la violación del tratado de 1874. Aunque dicho impuesto era insignificante para las salitreras de Antofagasta, la rápida implementación de un nuevo impuesto de 40 centavos por quintal, poco después de la ocupación chilena, evidencia su importancia.
La decisión de iniciar una guerra con objetivos expansionistas ofrecía a Chile el monopolio del salitre, la resolución de la crisis económica desde 1875 y la posibilidad de recuperar territorio perdido en 1878 al ceder la Patagonia a Argentina. A pesar de los riesgos, los accionistas británicos y chilenos de la «Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta» presionaron al gobierno chileno para obtener respaldo (Pérez Torrico, 1986; Ortega, 2006).
La empresa, que adquirió derechos de exportación en territorio boliviano, tenía concesiones no totalmente reconocidas por el gobierno boliviano. La normalización de la concesión por parte del gobierno de Daza, condicionada al pago del impuesto, generó preocupaciones entre los accionistas británicos, temiendo medidas drásticas del gobierno boliviano basadas en experiencias previas en Perú en 1875.
La presión de los intereses de la «Compañía de Salitres» fue un elemento clave que exacerbó las tensiones entre Chile y Bolivia, llevando finalmente a la guerra en febrero de 1879.
En el marco de la imposición de un impuesto de diez centavos por quintal de salitre exportado, el gobierno de Daza avanzaba en la aprobación de la concesión otorgada a la «Compañía de Salitres». Esta aprobación, canalizada a través de la ley del 14 de febrero de 1878, llevaba consigo la condición de pagar el mencionado impuesto. La preocupación de los accionistas británicos, especialmente Gibbs & Sons, radicaba en la posibilidad de medidas drásticas por parte del gobierno boliviano, dado que la base del acuerdo operativo en la región carecía de legitimidad. Su recuerdo de la expropiación de salitreras en Perú en 1875 aumentaba aún más la inquietud.
Más allá de las implicaciones británicas, diversos actores prominentes en la política chilena, incluyendo ministros de Relaciones Exteriores y miembros del Congreso, tenían una conexión directa con la «Compañía de Salitres». Esto generaba un entramado complejo de intereses. Ante las primeras reacciones moderadas, Chile adoptó una política más agresiva, lanzando un ultimátum después de fallidos acercamientos diplomáticos con Bolivia. Este ultimátum amenazaba con anular el tratado de límites de 1874, marcando el inicio de una escalada de tensiones en la región.
La Guerra Chileno-Boliviana de 1879 y las Tensiones Salitreras
El 11 de enero de 1879, Bolivia respondió con determinación a la postura chilena, optando por la confiscación de los bienes de la «Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta». La fecha del remate se estableció para el 14 de febrero, en un intento de resarcirse de los impuestos pendientes. Mientras se difundían noticias sobre la movilización de tropas chilenas hacia el litoral boliviano, el gobierno boliviano, retrocediendo ante la presión, decidió anular el contrato con la compañía y devolver los terrenos salitrales al control del Estado boliviano. Esta medida marcó el inicio inevitable de la guerra.
El 14 de febrero presenció la ocupación por las fuerzas chilenas de Antofagasta y otras áreas, y para el 24 de febrero, la producción de la compañía se restableció en la zona con una perspectiva crucial al destacar que las presiones de los capitalistas británicos, más allá de ser solo un interés de los accionistas mayoritarios en Atacama, se convirtieron en un pretexto para Chile. Estas presiones y los reclamos sobre el incumplimiento del tratado de 1874 por parte de Bolivia sirvieron como justificación para la implementación de una medida de expansión territorial por parte del gobierno chileno. Esta acción no solo buscaba ampliar su territorio, sino también superar la crisis económica en la que se encontraba inmerso.
La guerra entre Chile, Bolivia y Perú tuvo su origen en dos factores fundamentales. El primero fue el impuesto implementado por el gobierno boliviano sobre el salitre, que marcó el inicio del conflicto bélico. El segundo factor crucial fue la «alianza secreta» firmada entre Bolivia y Perú en 1873, como respuesta a las negociaciones de Chile para adquirir Atacama, un año antes del tratado de límites de 1874.
Contrario a la condena de la historiografía peruana por la alianza con Bolivia, algunos historiadores como Bonilla (1980) y Manrique (1996) ofrecen una perspectiva más matizada. Argumentan que la alianza se gestó ante la percepción de un inminente conflicto en el cual Bolivia podría aliarse con Chile contra Perú, especialmente en la cuestión de Arica. Esta precaución llevó al gobierno peruano a firmar un pacto de defensa mutua.
No obstante, la participación de Perú en la guerra no fue únicamente por solidaridad con Bolivia. El gobierno peruano rechazó la neutralidad, manteniéndose fiel a la alianza, en parte para prevenir que Chile buscara pretextos para la guerra en el futuro. La excusa para involucrar a Perú fue su alianza con Bolivia, pero en realidad, Chile tenía intereses territoriales tanto en Perú como en Bolivia. Además, la presión ejercida por compañías salitreras que operaban en Perú también influyó en la decisión de Chile.
El 3 de abril de 1879, Chile declaró la guerra a los aliados, Perú y Bolivia. Aunque Bolivia fue derrotada más rápidamente, el impacto de la guerra en Perú fue devastador. A pesar de haber perdido territorios, Perú, en bancarrota desde el inicio del conflicto, experimentó consecuencias económicas y territoriales significativas.
El Desenlace del Conflicto de la guerra del Pacifico
La guerra dejó a Bolivia en una posición desfavorable, y el Congreso boliviano se encontraba dividido entre continuar la lucha o buscar la paz. Tras la derrota en la batalla de Tacna, que permitió a las tropas chilenas ocupar Lima, se firmó un protocolo en 1880 entre Bolivia y Perú, proponiendo la creación de los Estados Unidos Perú-Bolivianos. A pesar de no prosperar, este incidente reflejó la fidelidad de Bolivia hacia Perú en ese momento.
La superioridad militar chilena era innegable, evidenciada por la ocupación gradual de territorios aliados en el Litoral boliviano y la toma de Lima. A pesar de las ofertas de rendición y tregua desde Chile, algunos sectores en Bolivia abogaban por la resistencia. En 1881, Chile propuso el fin de las hostilidades a cambio de la cesión del departamento del Litoral, pero Bolivia, leal a la alianza con Perú, rechazó la oferta.
La derrota y la sensación de traición afectaron a Bolivia. Después de la rendición del Perú y las amenazas de Chile de avanzar sobre La Paz, Bolivia se vio obligada a firmar un tratado bajo condiciones impuestas. El tratado de 1904 marcó el fin definitivo de la guerra para Bolivia, perdiendo territorio y acceso al mar a cambio de una modesta indemnización y la construcción de líneas férreas.
Chile emergió victorioso, consolidando su posición en el Pacífico y superando la crisis económica. Para Ortega, la Guerra del Pacífico fue crucial para rescatar a Chile de la peor crisis de su vida independiente. Perú, tras una ocupación chilena en Lima, optó por la paz en el Tratado de Ancón, prescindiendo de su aliado Bolivia.
La retirada de Camarones y la batalla de San Francisco
“A fines del año 1879, las tropas chilenas habían desembarcado en Pisagua con el objetivo de adentrarse en el Departamento peruano de Tarapacá y apoderarse de él. Una de las estrategias para defender dicho Departamento se había coordinado entre los dos ejércitos aliados, debiendo darse encuentro dos tropas, una al mando del General y Presidente Hilarión Daza, que se había movilizado desde Tacna hasta Arica, y la otra formada por bolivianos y peruanos al mando del General Buendía, que se hallaba en Iquique.
El punto de encuentro sería Camarones. El 16 de noviembre de 1880, después de varios días de caminata de la tropa hasta Camarones, Daza, con la venia del Presidente Peruano Mariano Ignacio Prado, ordenó la contramarcha hasta Tacna. El General Buen día y los cuatro batallones a su cargo, en cambio, seguían marchando hacia Camarones. Al llegar allí el 19 de noviembre, en lugar de encontrar a sus aliados, se toparon con el ejército chileno que aguardaba el momento oportuno para atacar desde el Cerro de San Francisco. El enfrentamiento comenzó ese mismo día.
Un disparo fortuito de uno de los soldados aliados causó alarma entre los chilenos que respondieron con un cañonazo de una de las baterías emplazadas al borde de la cumbre. Los cuatro regimientos aliados que habían sido colocados como vanguardia, a los pies del cerro (Zepita y Ayacucho del Perú e Illimani y Olañeta de Bolivia), tomaron el disparo del cañón como señal que comenzaba la batalla. Corrieron cerro arriba con ímpetu incontenible. Lograron llegar a la cima donde hicieron retroceder a los artilleros enemigos, tomando algunos de sus cañones Krupp.
La infantería chilena fue lanzada en su contra. Los regimientos Buin, 3° de Línea, Atacama y Valparaíso causaron y sufrieron muchas bajas. En algunos lugares se luchó cuerpo a cuerpo. Los cuatro batallones aliados, al darse cuenta de que eran los únicos en batalla, que el resto de sus camaradas seguía en la pampa y que estaban siendo diezmados en medio campo enemigo, retrocedieron, bajando precipitadamente del San Francisco acosados por los disparos de sus contrarios. En el llano, donde desde un principio reinaba una gran confusión, algunos soldados atrincherados en los huecos de la explotación del salitre disparaban contra el cerro, sin darse cuenta que sus tiros, por la curva de la distancia, en vez de llegar a la cumbre, herían a sus compañeros de bajada.
La caballería peruana abandonó el campo en precipitada fuga. Su ejemplo fue seguido por el resto de las tropas. Los peruanos se dirigieron hacia el pueblo de Tarapacá. Los bolivianos por grupos separados e incluyendo jefes y oficiales, tomaron el camino de su patria. Cada uno se encaminaba a su ciudad o pueblo de origen. [A los chilenos] Les demoró caer en cuenta de que los aliados, luego de tan extrañas demostraciones, les habían dejado el campo libre, que abandonaban lo que ellos, los chilenos, habían venido a conquistar como objetivo principal de su esfuerzo bélico, el departamento de Tarapacá. Inclusive el General Daza y su fuerza estaban ya de vuelta en Tacna”.
Fuente: Querejazu Calvo, 1995: 124-125.
La batalla de Tacna o del Alto de la Alianza
“El “Alto de la Alianza”, originalmente meseta de Intiorco, donde acampó el ejército boliviano-peruano desde el 11 de mayo hasta el 26 del mismo mes (1880), ha dado su nombre, indebidamente, a la batalla más cruenta de la Guerra del Pacífico. La acción no se realizó en la meseta misma, sino en el llano o arenal extendido delante de ella. Por eso, es más propio denominarla “Batalla de Tacna”, pues fue en defensa de la ciudad peruana de Tacna, ubicada 8 kilómetros detrás, que se produjo la gran sangría de los dos ejércitos combatientes” (Querejazu Calvo, 1995: 147).
Esta batalla, que se desarrolló el 26 de mayo de 1880, terminó nuevamente en la derrota de los aliados (Bolivia y Perú), cuyas tropas se hallaban al mando del presidente Campero.
“A partir de las dos y media de la tarde, los tres sectores del ejército peruano-boliviano fueron claudicando sucesivamente. Sus bajas pasaban de 2.000 incluyendo una gran proporción de jefes y oficiales. No hubo pánico ni desorden. Quienes quedaban en pie abandonaron el Campo de Marte y el Alto de la Alianza, junto con su comandante, el General Narciso Campero y su Estado Mayor, calmosamente, con sus cuerpos desfallecidos y sus corazones ahítos de amargura y dolor” (Querejazu Calvo, 1995: 150).
El resultado de esta batalla fue el apoderamiento de Tacna y luego de Arica (tras un conocido enfrentamiento que culminó en el Morro del lugar) por el ejército chileno, quedando despojado Perú de estos territorios.
El golpe al presidente Daza
El fracaso de los cuatro batallones aliados en la batalla de San Francisco, cuyo resultado significó la pérdida de Tarapacá para la República del Perú, se atribuyó a la retirada de Camarones, cuyo principal responsable era el presidente Daza. «El coronel Eliodoro Camacho enterado de los preparativos de Daza declaró más tarde: “Vi un lúgubre cuadro de catástrofes en el porvenir. El ejército boliviano desertando del teatro de la guerra sin haber enfrentado al enemigo. Bolivia engañando a su hermana y aliada la república peruana, después de haberla comprometido en la guerra y después de haberla visto perder en poder del enemigo su más valioso departamento”.
Luego de consultar con otros jefes y algunos civiles, como Belisario Salinas, Abdón Senén Ondarza y José Rosendo Gutiérrez, Camacho decidió derrocar al Presidente Daza. Se aprovechó de que el 27 de diciembre (1879) viajó a Arica para una de sus últimas entrevistas con el contralmirante Montero. Se dio orden a los batallones que fuesen a lavar su ropa en el río Chaplina, distante unos pocos kilómetros de Tacna. Mientras la ausencia de esas tropas y con el soporte de los integrantes de la “Legión Boliviana”, el batallón “Loa” y el regimiento de artillería, se tomaron presos a los adictos a Daza, generales Arguedas y Alcoreza, se ocupó el local del Estado Mayor, se retiraron las armas y la munición del cuartel del batallón “Colorados” y de las demás unidades no comprometidas en el golpe» (Querejazu Calvo, 1995: 134). Después del derrocamiento del presidente Daza, asumió el mando en forma temporal el general Narciso Campero.
En el Perú sucedió algo similar con el presidente Prado, quien se ausentó hacia Europa con el pretexto de comprar naves para dar lucha a Chile por la vía marítima. Dejando la presidencia al vicepresidente en forma temporal, Nicolás de Piérola aprovechó su ausencia para dar un golpe y hacerse con el mando.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Querejazu Calvo, 1995.
Tratado de Paz y Amistad entre la República de Chile y la República de Bolivia (Tratado de 1904)
Artículo I: Restablécense las relaciones de Paz y Amistad entre la República de Chile y la República de Bolivia, terminando, en consecuencia, el régimen establecido por el Pacto de Tregua.
Artículo II: Por el presente Tratado, quedan reconocidos del dominio absoluto y perpetuo de Chile los territorios ocupados por éste en virtud del artículo 2 del Pacto de Tregua de 4 de Abril de 1884…
Artículo III: Con el fin de estrechar las relaciones políticas y comerciales de ambas Repúblicas, las Altas Partes Contratantes convienen en unir el puerto de Arica con el Alto de La Paz por un ferrocarril cuya construcción contratará a su costa el Gobierno de Chile, dentro del plazo de un año, contado desde la ratificación del presente Tratado. La propiedad de la sección boliviana de este ferrocarril se traspasará a Bolivia a la expiración del plazo de quince años, contado desde el día en que esté totalmente terminado. Con igual fin, Chile contrae el compromiso de pagar las obligaciones en que pudiera incurrir Bolivia por garantías hasta por cinco por ciento sobre los capitales que se inviertan en los siguientes ferrocarriles, cuya construcción podrá emprenderse dentro del plazo de treinta años: Uyuni a Potosí; Oruro a La Paz; Oruro, por Cochabamba, a Santa Cruz; de La Paz a la región del Beni; y de Potosí, por Sucre y Lagunillas, a Santa Cruz. Este compromiso no podrá importar para Chile un desembolso mayor de cien mil libras esterlinas anuales, ni exceder de la cantidad de un millón setecientas mil libras esterlinas que se fija como el máximo de lo que Chile destinará a la construcción de la sección boliviana del ferrocarril de Arica al Alto de La Paz y a las garantías expresadas; y quedará nulo y sin ningún valor al vencimiento de los treinta años antes indicados…
Artículo IV: El Gobierno de Chile se obliga a entregar al Gobierno de Bolivia la cantidad de trescientas mil libras esterlinas en dinero efectivo y en dos parcialidades de ciento cincuenta mil libras; debiendo entregarse la primera parcialidad seis meses después de canjeadas las ratificaciones de este Tratado; y la segunda, un año después de la primera entrega.
Artículo VI: La República de Chile reconoce en favor de la de Bolivia y a perpetuidad, el más amplio y libre derecho de tránsito comercial por su territorio y puertos del Pacífico. Ambos Gobiernos acordarán, en actos especiales, la reglamentación conveniente para asegurar, sin perjuicios para sus respectivos intereses fiscales, el propósito arriba expresado.
Artículo VII: La República de Bolivia tendrá el derecho de constituir agencias aduaneras en los puertos que designe para hacer su comercio. Por ahora señala por tales puertos habilitados para su comercio, los de Antofagasta y Arica. Las agencias cuidarán de que las mercaderías destinadas en tránsito, se dirijan del muelle a la estación del ferrocarril y se carguen y transporten hasta las aduanas de Bolivia en vagones cerrados y sellados y con guías que indiquen el número de bultos, peso y marca, número y contenido, que serán canjeados con tornaguías (…)
(Firmado en Santiago de Chile, el 20 de octubre 1904).
Fuente: Diario oficial, nº 8169, 27 de marzo de 1905.
Los derechos que alegaba Chile sobre Atacama
Una parte de la historiografía chilena se ha esmerado en demostrar que “Bolivia nunca tuvo mar”; entre ellos están Sergio Carrasco, Mario Barros y Jaime Eyzaguirre (Cajías, 2000). Esta idea, altamente difundida incluso en los textos escolares chilenos, proviene no sólo de las afirmaciones de autores como los señalados sino también de las nociones que tenían al respecto los propios políticos y militares chilenos, como se puede observar en los dos fragmentos que se citan a continuación, quienes insistían en señalar que había sido una especie de concesión graciosa la que Chile había hecho a Bolivia al celebrar los Tratados de 1866 y de 1874.
Si “Bolivia no deroga o suspende la ley tributaria que ha dictado, Chile debe declarar rotos todos los pactos ajustados hasta hoy y considerar las cosas como si estuviésemos en 1866, de manera que volveríamos a ejercer nuestra soberanía en el territorio que, en ese tiempo, disputábamos a Bolivia y que le fue cedido por el pacto de ese año”.
Fuente: Domingo Santa María, 16 de enero de 1879, citado por Querejazu Calvo, 2009: 186; el énfasis es nuestro.
“Chile…hizo saber a todas las naciones que había ocupado territorio que le correspondía. Era el mismo criterio que Pinto [el Presidente chileno] expresó a Lavalle ´hasta el grado 23 Chile había cedido a Bolivia y ahora lo recuperaba`. Curiosa teoría la de Chile, Bolivia con los mismos argumentos y fundamentos podía manifestar que había cedido a Chile hasta el grado 25 condicionalmente y que también podía ocuparlo en cualquier momento” (Abecia, 1986: 73).
Contraponiéndose a la idea de que Chile tenía derechos sobre Atacama, otros historiadores, como Fernando Cajías (2000), ponen énfasis en las pruebas que demuestran que dicha provincia había formado parte de la Audiencia de Charcas durante la Colonia: prueba de ello es que los indios de la región pagaban sus tributos a las Cajas Reales de Potosí, por ejemplo, o que en el Decreto del 9 de febrero de 1825 por el que se convocó a la Asamblea General de las Provincias del Alto Perú, se citó a un diputado por la provincia de Atacama; luego, en consecuencia, pasó a integrar el territorio de la República de Bolivia.
Fuente:
Bolivia, su historia
Tomó IV: Los primeros cien años de la República (1825-1925)
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